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Movimiento
Intercultural de Artes Aplicadas a la Transmisión de |
Mensajes
Trascendentes de Fuentes Védicas y Originarias |
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Fundamentos |
Gurudeva
Atulananda Acarya
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Resumen
Haciendo
un breve análisis de la génesis del hombre y su
cultura, el autor demuestra la universalidad de la
verdad acerca de Dios, situando a la India como la cuna
original de este conocimiento. A través de distintos
testimonios demuestra la existencia de lazos étnicos,
culturales y religiosos creados entre los pueblos de la
India y los pueblos originarios de la América
precolombina o Indoamérica. Demuestra de esta forma que
la sabiduría védica debe considerarse de carácter
universal, destinada al ser humano cualquiera sea su
raza, época o localización y para quien propone el
desafío de estudiarla para alcanzar la autorrealización.
Finalmente, se propone un compromiso de difusión a través
de las artes aplicadas a la transmisión de mensajes
trascendentes de fuentes originarias, con sabiduría Védica
para el hombre materialista de hoy.
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Universalidad
de la Verdad
‘Nada
hay nuevo bajo el sol’, dice el antiguo adagio, y
pensamos que es una verdad muy cierta. Las mismas prácticas
y costumbres aparecen en distintas culturas, pero de
hecho con distintos nombres y con ciertas diferencias en
la forma. Pero en el fondo, en todos lados somos el
mismo hombre, con los mismos deseos, necesidades y
ambiciones; con una misma vida, con una misma forma de
nacer, crecer, envejecer y morir. Compartimos las mismas
incógnitas y vamos tras las mismas respuestas. Cuando
buscamos nuestro origen, encontramos que la cultura y la
sabiduría se pierden en los laberintos del pasado y
nunca podemos aseverar que ‘en este momento el hombre
comenzó a saber’, ‘en este momento dejó de ser
mico y comenzó a razonar’. No encontramos ese momento
en la historia porque de hecho no existe. El hombre
siempre fue hombre y siempre hubo cultura y sabios. El
hecho de ciertos hallazgos de cavernícolas no significa
que todas las culturas del mundo estuviesen en ese
entonces en ese mismo nivel. La ciencia actual vive de
suposiciones a las que se refiere con el atractivo
nombre de teorías, abriendo así las puertas a un mundo
de elucubraciones donde no existen respuestas claras ni
valores absolutos. |
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Así
como dos más dos siempre fue cuatro, de la misma
manera, verdades más elevadas, sutiles y sofisticadas,
siempre existieron y fueron percibidas y apreciadas por
personalidades de un carácter más puro y elevado. Nos
encontramos en una época en la cual espíritus, más
aventurados e inquietos, aprecian los valores de las
antiguas culturas y admiten el fracaso de la presente. |
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Si
somos objetivos y sinceros en nuestro análisis,
llegaremos a un mismo origen de todas las cosas.
Llegaremos a una misma y única cultura, con un gran
libro y lenguaje. Esa cultura no pertenece a ningún
pueblo ni región en particular, pertenece al hombre,
pero tampoco a cualquier hombre, sino más bien al ario.
El término ‘ario’ no designa ninguna raza en
particular ni característica corporal, como se ha mal
entendido. Esta palabra es de origen sánscrito y denota
a aquellas personas que se inclinan con seriedad por la
búsqueda de la verdad. En el libro Bhagavad Gita
podemos encontrarla citada cuando Dios, con el nombre de
Krishna le dice a Arjuna: ‘an-arya-yustam,
asvargyam...’ aquí Krishna dice a su discípulo que
los apegos y debilidades materiales no deben confundir a
un verdadero ‘arya’ o ario, pues de ser así su
futuro será ‘asvargyam’ o no conducente a los
planetas superiores. |
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El
orgullo del siglo XX nos dejó separado de nuestros
antepasados y en realidad lo habíamos estado haciendo
ya de mucho tiempo antes. En el afán de volvernos
positivistas y pragmáticos limitamos nuestro campo de
entendimiento y percepción al que sólo pueden darnos
la razón y los sentidos, el resultado de esto ha sido
un hombre superficial, sin metas superiores, alienado,
confundido y deprimido. El siglo pasado nos cerró las
puertas a la fe, insultó a las viejas tradiciones, así
hemos seguido adelante y hemos entrado a este nuevo
milenio sin saber ni a quién seguimos. |
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Las
antiguas culturas estuvieron empapadas de un misticismo
especial, de un respeto a la naturaleza y a todo lo
creado. De un respeto al padre y a la madre, al
sacerdote y a los ancianos. Su diario vivir estaba
relacionado con una visión cosmológica donde todo
estaba insertado en un mundo natural, como en un
organismo perfecto. Organismo que el hombre de hoy se ha
encargado de viviseccionar, incapaz de encontrar el
motor de vida que lo mantiene latente. Ni siquiera la
medicina moderna es capaz de ver el cuerpo humano como
un solo órgano y de tratarlo como tal. Todo ese
misticismo original creemos que ha desaparecido y sólo
queremos dar espacio a lo nuevo. ¿Pero, qué es lo
nuevo? Lo nuevo no es más que el intento fallido de
unos mal y pobremente llamados científicos, personeros
que rechazan realidades superiores, las que con certeza
y claridad son entendidas y percibidas por otras miles
de silenciosas personas. |
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